HOGAR

 



Aún sin esperar nada a cambio
pasamos desde un simple saludo vespertino
hasta encontrar el secreto de la felicidad en un tercio del día.

Y mira que para ser un secreto
no estaba ni un poquito escondido
ni guardaba nada de misterio para las noches de la puesta en escena
en aquel rincón de mi habitación.

Conocerte a esas alturas de mi vida
fue igual que reconocerme a mí mismo
en las más oscuras profundidades,
el armario viejo en el que tus recuerdos lloran.

Y te agradezco mucho,
 pues estaba olvidando un poco
lo que era ser yo realmente
lleno de cicatrices.

Dicen que hay sexo en la risa
y no sabría decir exactamente en que momento dejamos las bromas y la ropa en el suelo.
Pero a pesar de que yo al destino no le creo una sola palabra
tengo la certeza de que las cosas no pudieron haber sido mejores entre nosotros.

Perdóname las heridas que ahora te causo,
ahoga tu nostalgia en agua salada y envíame tu dolor por correo postal,
llévame en un viaje intergaláctico hasta tu espacio
y déjame engancharte el cuerpo a las luces 
que me salen de los parpados
cada vez que leo que me extrañas.

Sé que vamos por buen camino
porque las dudas ya no me lastiman.
Pero sigo pensando que es una desgracia que no te hubieras podido quedar
una vida más, o dos, o diez, o un millón de eternidades.

Te prometo que si tu locura no te ha matado para el día
 en que encuentres el lado más suave de los espirales
que giran feroces dentro de tu cabeza
voy a remar en tu balsa
hasta la costa
ayudado por las olas
y te llevare al único lugar 
que jamás pudiste imaginar,
tu hogar.







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